(Nota: no hace falta leerlo todo de una vez...)
Un poquito de ecología…
Un ecosistema consta de la biota (flora, fauna y microorganismos) que existe en una zona determinada, el ambiente que la sostiene y las interacciones entre éstos. Las poblaciones de las especies que forman la biota se identifican colectivamente como la comunidad biótica. Con frecuencia, la comunidad se segrega conforme a su estado taxonómico (p.ej., la comunidad de insectos) o de formas de vida (p.ej., la comunidad arbórea). También se pueden reconocer colecciones de organismos por el papel funcional que desempeñan en el ecosistema (p.ej., productores primarios, herbívoros, carnívoros, descomponedores, fijadores de nitrógeno, polinizadores), en cuyo caso se conocen como grupos funcionales. El ambiente físico o abiótico que sostiene la biota de un ecosistema incluye el suelo o substrato, el medio atmosférico o acuoso, la hidrología, el clima, el relieve y la orientación topográfica, y los regímenes de nutrientes y salinidad. El hábitat se refiere al lugar de morada de un organismo o comunidad que proporciona las condiciones necesarias para sus procesos vitales.
Se puede reconocer un ecosistema dentro de una unidad espacial de cualquier tamaño, desde un micrositio que contiene sólo unos pocos individuos hasta un área con algún nivel de homogeneidad estructural y taxonómica, tal como un “ecosistema de humedal” de pequeña escala y basado en una comunidad, o un “ecosistema de selva pluvial tropical” de gran escala y basado en un bioma. La restauración ecológica se puede realizar en una amplia gama de escalas, pero en la práctica, toda la restauración de ecosistemas se debe enfocar desde una perspectiva de paisaje espacialmente explícita, para asegurar la adecuación de los flujos, las interacciones y los intercambios con los ecosistemas contiguos. Un paisaje consiste en un mosaico de dos o más ecosistemas que intercambian organismos, energía, agua y nutrientes. En vez de enfocarse en solamente un ecosistema, una buen aparte de la restauración ecológica tiene como objetivo legítimo y muy importante de la reintegración de ecosistemas y paisajes fragmentados,.
Un paisaje o ecosistema natural es aquel que se desarrolla mediante procesos naturales y que se organiza y mantiene por sí solo. Un paisaje o ecosistema cultural es aquel que se ha desarrollado bajo la influencia conjunta de los procesos naturales y la organización impuesta por el hombre. Muchas praderas y sabanas se mantienen en gran parte por las actividades humanas, por ejemplo, debido a la los incendios superficiales periódicos que se generan para cazar, cosechar o manejar rebaños. En Europa, muchas de las praderas ricas en especies son en realidad ecosistemas culturales que surgieron luego de la tala de los bosques que tuvo lugar en la Edad de bronce y que luego se han mantenido debido a la siega y al pastoreo estacional del ganado. La reparación de una pradera dañada califica como una restauración ecológica, aunque el ecosistema de pradera que se identifica como el paisaje de referencia es producto de las actividades humanas. En otro ejemplo, hoy en día gran parte del Occidente de Norte América esta cubierto por un bosque denso de coníferas. En el siglo XIX, gran parte de estos bosques eran abiertos y se parecían a un parque con abundante cobertura herbácea, debido al uso frecuente de incendios y a uso que le daban a las plantas las tribus indígenas. Estas arboledas parecían naturales y su condición era sostenible bajo el régimen tribal del uso de las tierras. El retorno de este ecosistema a una arboleda rala con aspecto de parque, que esté ocupada y utilizada en la manera tradicional de las tribus, se considera una restauración ecológica. Las prácticas culturales sostenibles son usos humanos tradicionales de las tierras que mantienen la biodiversidad y productividad. En este contexto, la biota se valora tanto por su importancia en la estabilidad del ecosistema como por su valor a corto plazo como un producto. Quizás todos los ecosistemas naturales están influenciados culturalmente, siquiera un poco y esta realidad merece reconocimiento en el proceso de la restauración.
Otro poquito…
La biodiversidad se refiere a la biota en términos de la diversidad genética y taxonómica, la variedad de seres vivos que se hallan presentes y la estructura de la comunidad que así se crea, además de los papeles ecológicos que se desempeñan. La biota se organiza jerárquicamente desde el nivel del genoma hasta los individuos, especies, poblaciones y comunidades. Los dos aspectos que se relacionan con la biodiversidad son la composición de especies, i.e., la identidad taxonómica de las especies presentes, y la riqueza de especies, i.e., el número de especies diferentes presentes. No se puede recalcar demasiado la importancia de un amplio restablecimiento de la composición de especies. Si un ecosistema restaurado se ha de mantener por sí solo, todos los grupos funcionales de especies deben estar representados. La redundancia de especies, i.e., la presencia de múltiples especies que desempeñan un papel similar en la dinámica del ecosistema, provee la seguridad de que se mantendrá la salud del ecosistema en respuesta al estrés, a las perturbaciones u a otros cambios ambientales.
Para que un ecosistema esté bien adaptado a las condiciones locales de un sitio y para que demuestre la capacidad de recuperación ante un ambiente estresante o cambiante, las poblaciones que lo componen deben poseer una buena salud genética. Una población con buena salud genética es aquella que no sólo está adaptada a las condiciones del ambiente, sino que también posee alguna “diversidad genética”, que le permitiría adaptarse a cambios ambientales futuros. En circunstancias normales, la reintroducción de ecotipos locales es suficiente para mantener la buena salud genética. No obstante, en sitios que han sufrido mucho daño y por consiguiente una alteración de su ambiente físico, la introducción de linajes genéticos diversos bien podría ser la estrategia preferida que así permite la recombinación y el desarrollo eventual de ecotipos novedosos y más adaptables.
Y un poquito más…
Los términos degradación, daño, destrucción y transformación todos representan desviaciones de lo normal o del estado deseado de un ecosistema intacto. Los significados de estos términos coinciden en parte y su aplicación no siempre queda clara. La degradación se relaciona con cambios graduales o sutiles que reducen la integridad y la salud ecológica. El daño se refiere a cambios obvios y agudos en un ecosistema. Un ecosistema queda destruido cuando la degradación o el daño elimina toda la vida macroscópica y, por lo general, también arruina el ambiente físico. La transformación es la conversión de un ecosistema en otro tipo de ecosistema o uso de la tierra.
Un ecosistema de referencia puede servir de modelo para la planificación de un proyecto de restauración ecológica y posteriormente, servir en la evaluación de ese proyecto. En casos donde el objetivo de la restauración consiste en dos o más tipos de ecosistemas, se le puede decir paisaje de referencia, o si se ha de restaurar solamente una porción del paisaje local, se le dice la unidad del paisaje de referencia. El ecosistema, paisaje o unidad seleccionados también se pueden llamar sencillamente “la referencia”. Típicamente, la referencia representa un punto avanzado de desarrollo que se encuentra en punto a lo largo de la trayectoria de restauración deseada. En otras palabras, se espera que con el tiempo el ecosistema restaurado emulará los atributos de la referencia, y se desarrollarán las metas y estrategias del proyecto de acuerdo con esas expectativas. La referencia puede constar de una o varias ubicaciones específicas que contienen ecosistemas modelo, una descripción escrita o una combinación de ambas. La información que se recopila de la referencia incluye componentes tanto bióticos como abióticos.
Una trayectoria ecológica es aquella que describe la ruta de desarrollo de un ecosistema a través del tiempo. En la restauración, la trayectoria empieza con el ecosistema no restaurado y progresa hacia el estado deseado de recuperación que se expresa en las metas del proyecto de restauración y que es personificada en el ecosistema de referencia. La trayectoria abarca todos los atributos ecológicos – bióticos y abióticos – de un ecosistema y, en teoría, se puede monitorear mediante la medición secuencial de conjuntos coherentes de parámetros ecológicos. Ninguna trayectoria es estrecha o específica; sino que la misma abarca una amplia pero limitada gama de posibles expresiones ecológicas a través del tiempo, tal como se pudiera describir matemáticamente mediante la teoría del caos o predecir por varios modelos ecológicos. Es imposible hacer una descripción empírica completa de una trayectoria por dos motivos. En primer lugar, el número de características mensurables de un ecosistema es mucho mayor de las que se pueden razonablemente monitorear y la descripción de su trayectoria a través del tiempo es obligatoriamente incompleta. Segundo, los datos de monitoreo se prestan al trazado de trayectorias de parámetros individuales, pero su combinación en una sola trayectoria que represente al ecosistema entero requiere de un análisis de variables múltiples tan enormemente complejo de un tipo que aún no se ha desarrollado. Esto representa un desafío crítico para la investigación en el futuro.
Sobre resiliencia…ecológica
La palabra resistencia describe la capacidad de un ecosistema en mantener sus atributos estructurales y funcionales al verse enfrentado con estrés y perturbaciones. La resiliencia de un ecosistema es la capacidad de recobrar los atributos estructurales y funcionales que han sufrido daño debidos a estrés o perturbaciones. La estabilidad del ecosistema es la capacidad de un ecosistema de mantener una determinada trayectoria a pesar del estrés; denota un equilibrio dinámico más no un estancamiento. La estabilidad se logra en parte gracias a la capacidad de resistencia y a la resiliencia de un ecosistema.
Algunos procesos dinámicos son externos en su origen, como por ejemplo, incendios, inundaciones, vientos dañinos y choques de salinidad de marejadas, así como tormentas, heladas y sequías. Estos procesos externos estresan la biota y se les dice estresores. La biota de cualquier ecosistema debe ser resistente o resiliente[1] al estrés normal que periódicamente ocurre en el ambiente local. Estos atributos mantienen la integridad del ecosistema, ya que evitan el establecimiento de otras especies que no se pueden adaptar a esas condiciones de estrés. Por ejemplo, el influjo mareal de agua salada es esencial para mantener el ecosistema de una marisma e impide su conversión en un ecosistema de agua dulce. En los ecosistemas culturales, las actividades mediadas por el hombre, tales como la quema controlada o el pastoreo, se consideran ser estresores. Los términos alteración o perturbación a veces se utilizan en lugar de “estresor” o “acontecimiento estresante”. Sin embargo, la palabra “perturbación” aquí, se limita a la acepción de impactos sobre un ecosistema que son más graves o agudos que un acontecimiento estresante normal.
Los términos “integridad de un ecosistema” y “salud de un ecosistema” se usan comúnmente para describir el estado deseado de un ecosistema restaurado. Aunque algunos autores usan esa terminología de modo intercambiable, tienen significados o acepciones bien diferenciadas. La integridad de un ecosistema es el estado o la condición de un ecosistema que demuestra la biodiversidad característica de la referencia, tales como la composición de especies y la estructura de la comunidad, y tiene plena capacidad de sostener el funcionamiento normal del ecosistema.
La salud del ecosistema es el estado o la condición de un ecosistema en el cual los atributos dinámicos se expresan dentro de valores “normales” de actividad en relación a su fase ecológica de desarrollo. Un ecosistema restaurado expresa su salud si funciona normalmente en relación al ecosistema de referencia, o a un conjunto apropiado de atributos de ecosistemas restaurados. El estado de integridad de un ecosistema sugiere, aunque no necesariamente confirma, una buena salud del ecosistema y un ambiente abiótico adecuado.
Especies exóticas
Una especie exótica de flora o fauna es aquella que se ha introducido, por actividades humanas relativamente recientes, en una zona en la que no existía previamente. Ya que la restauración ecológica de ecosistemas naturales busca recuperar la mayor autenticidad histórica posible, es deseable la reducción o eliminación de especies exóticas en los sitios de los proyectos de restauración. No obstante, muchas veces existen limitaciones financieras y logísticas y es importante ser realista y pragmático al enfocarse en el control de las especies exóticas. En los paisajes culturales, las especies exóticas son frecuentemente una parte integral del ecosistema, especialmente como parte de cultivos y ganadería, y aún como ruderales y arvenses que supuestamente han co-evolucionado con estas especies domésticas. Tales especies exóticas son aceptables en la restauración cultural.
En los ecosistemas naturales, las especies exóticas invasoras comúnmente compiten con las especies autóctonas y las reemplazan. Sin embargo, no todas las especies exóticas son dañinas. De hecho, algunas hasta cumplen con roles ecológicos previamente desempeñados por las especies autóctonas que ya son raras o que se han extinguido. En tales casos, la justificación para eliminarla podría ser débil. Algunas especies exóticas fueron introducidas por agentes humanos o no humanos hace siglos y se han naturalizado, de modo que su exoticismo es discutible. Otras especies han entrado y salido de la región a causa de fluctuaciones climáticas durante el período Holoceno y difícilemnet podrían considerarse exóticas. Aún si se quitan todas las especies exóticas del sitio de restauración, la probabilidad de re-invasiones podría ser alta. Por lo tanto, pasa a ser imprescindible que se desarrolle una política para cada especie exótica que se encuentra presente, conforme a realidades biológicas, económicas y logísticas. La prioridad más alta es mejor reservarla para el control o la extirpación de aquellas especies que representan mayor peligro. Estas incluyen especies vegetales invasoras que son especialmente móviles y que representan un peligro ecológico a nivel del paisaje y de la región y animales que consumen o desplazan especies autóctonas. Se debe tener cuidado de causar la menor alteración posible a los suelos y especies autóctonas cuando se quitan las exóticas.
Me gusta...puedes poner las fuentes de donde sacas la información.
ResponderEliminarya te lo digo al principio, de la página de la Society for Ecological Restoration www.ser.org. concretamente de la sección 4 del Primer http://www.ser.org/content/spanishprimer.asp (copia y pega)
ResponderEliminarBuenísimo María!!! GRACIAS!
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